
Bienvenidos a la gira nacional del insulto y la agresión: parada uno, Palencia; parada dos, Almería; y de propina, el fútbol que todavía no sabe si cambiar de siglo. Lo que ven es real, molesto y asqueroso.
En Palencia la cosa no fue un malentendido: un grupo de energúmenos organizó lo que los locales llaman sin adornos “cacerías homófobas” en el parque Isla Dos Aguas. Resultado: dos personas atendidas en el hospital, colectivos locales pidiendo explicaciones y el resto del país mirando la foto con cara de incredulidad. No es una anécdota, es un patrón.
En Almería la secuencia se repite con otras víctimas y la misma rabia inútil: dos jóvenes atacados en el centro de la ciudad —uno con heridas en la cabeza y el rostro— tras salir a la calle por el simple delito de existir. Vídeos en redes, denuncias presentadas y el ayuntamiento condenando “enérgicamente”. Condenar está bien. Actuar, imprescindible.
Y el fútbol, ese microcosmos donde la pasión olvida la decencia: este fin de semana Alberto Lejárraga, guardameta del Sanse (sí, él que fue noticia por casarse y por decir lo que es), recibió insultos homófobos desde la grada. El árbitro lo recogió en acta; el partido se detuvo, se pidió por megafonía que cesaran los gritos y el club de San Sebastián de los Reyes publicó un comunicado condenando los hechos. Bien por el árbitro, bien por el club: más acciones, por favor, menos postureo.

Mientras tanto los números no están para excusas: los últimos estudios y observatorios reflejan un aumento alarmante de agresiones —físicas y verbales— al colectivo LGTBI+. No es una impresión: son cifras que suben, gente que sufre y un sistema que aún permite demasiada impunidad. Si alguien piensa que esto es “ruido” o “anécdota”, que baje del escenario y mire los datos.
¿Y ahora qué? (Spoiler: no queremos más comunicados blandengues)
Que un club lea un comunicado y que un árbitro emita un aviso por megafonía está bien. Es lo mínimo. Queremos investigaciones reales, sanciones, identificación de agresores y medidas preventivas en estadios y espacios públicos. Queremos que los que gritan “maricón” en la grada no disfruten de impunidad ni de anonimato. Queremos educación en los colegios y formación obligatoria a cuerpos de seguridad y personal de instalaciones deportivas. Queremos que la palabra “respeto” deje de ser trending topic y pase a ser ley.
Si te han agredido o te sientes en riesgo, no te calles: hay recursos y deberías usarlos. El servicio 028 Arcoíris atiende las veinticuatro horas para información, apoyo jurídico y atención psicosocial —llama, escribe, cuenta lo que ha pasado. No es una batalla que tengas que librar solo/a.