Eurovisión 2026 acaba de entrar en una nueva fase de tensión histórica. España, Irlanda y Países Bajos han anunciado oficialmente su retirada del certamen tras la decisión de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) de permitir la participación de Israel en la edición que se celebrará el próximo mayo en Viena. La decisión de la UER, adoptada pese a la presión internacional y al creciente debate sobre el conflicto en Gaza, ha desencadenado la mayor fractura política del festival en décadas.

RTVE fue la primera en confirmar la salida española, argumentando que el espíritu del concurso, tradicionalmente asociado a la unión cultural y la neutralidad, queda comprometido por la situación humanitaria en Oriente Medio y por lo que califican de “instrumentalización política del evento”. Países Bajos, a través de AVROTROS, expresó una postura similar, subrayando que no pueden justificar su presencia en un contexto en el que consideran que el festival “ha perdido su integridad como espacio cultural”. Irlanda, por su parte, comunicó que su retirada responde a “razones humanitarias y de coherencia institucional”.

La decisión conjunta de estos tres países —todos con una larga tradición eurovisiva— supone un sismo interno para la UER. España, que debutó en 1961, ha sido uno de los pilares históricos del festival, con dos victorias, momentos icónicos y una de las audiencias televisivas más fieles de Europa. La salida no solo tiene un peso simbólico: afecta a la estructura artística, promocional y económica de Eurovisión 2026.

La UER, por ahora, mantiene su posición y respalda la participación de Israel, insistiendo en que el concurso debe permanecer como un evento cultural alejado de las decisiones geopolíticas. Sin embargo, esta postura abre un escenario inédito: un festival marcado por la división interna y por la presión pública en torno al papel de Israel en competiciones internacionales.

Mientras tanto, la conversación continúa expandiéndose en redes sociales, en las redacciones de medio mundo y en la comunidad eurofán, donde la retirada de España, Irlanda y Países Bajos se percibe como un punto de no retorno. Eurovisión, acostumbrado a lidiar con controversias, se enfrenta ahora a una crisis de identidad que trasciende lo artístico y lo mediático.

Lo que está claro es que la edición de 2026 no será una más. Será recordada como el año en que el festival se partió en dos.