
“Boots” no tendrá segunda temporada y la cancelación ha caído como un jarro de agua fría entre fans, reparto y comunidad queer. Lo irónico —y lo sintomático— es que la serie se despide después de colarse entre lo más visto de la plataforma y de convertirse, sin buscarlo, en uno de los títulos LGTBIQ+ más comentados del año. A veces el éxito no es suficiente cuando incomoda.
Ambientada en el cuerpo de Marines de los años 90, cuando ser gay era motivo de expulsión, Boots nació como una miniserie cerrada. Pero las críticas, el boca-oido y ese final que pedía más hicieron pensar que habría prórroga. No la habrá. Y en medio del silencio corporativo, el eco más fuerte ha llegado desde fuera: el Pentágono calificó la serie de “basura woke”. Sí, así, sin anestesia. Y quizá ahí esté la clave de todo.
La ficción, inspirada en las memorias The Pink Marine de Greg Cope White, no solo hablaba de deseo y uniformes; hablaba de miedo, de silencio forzado y de supervivencia. Y lo hacía con un equipo creativamente queer tanto delante como detrás de la cámara. Demasiado real para algunos. Demasiado incómoda para otros.
Las reacciones no tardaron en inundar redes. Actores, guionistas y espectadores han compartido mensajes de orgullo, tristeza y rabia contenida. Entre ellos, Miles Heizer, protagonista de la serie, ha puesto palabras a lo que muchos sienten: decepción por no continuar, sí, pero también gratitud. Gratitud por haber contado una historia que hace no tanto era impensable. Y, con ironía fina, por haber sido señalado como “woke” por una institución que durante décadas persiguió exactamente a personas como las que retrata Boots.
Otros miembros del reparto han hablado de familia elegida, de crecimiento personal y de lo que significa verse reflejado en pantalla. De saber que, aunque la serie termine aquí, algo se ha movido. Porque cuando una historia conecta con gente de todas las edades y lugares, el impacto no se mide solo en temporadas.
El propio Greg Cope White lo ha recordado: contar esta historia fue un acto de resistencia. Escribirla, publicarla y verla convertida en serie fue reclamar un espacio que siempre estuvo negado. Boots no era solo televisión; era memoria, herida y orgullo.
Así que no, Boots no vuelve. Pero tampoco se va del todo. Se queda en quienes la vieron, en quienes se reconocieron y en quienes entendieron que lo “woke”, cuando molesta tanto, suele ser simplemente verdad. Y esa, por mucho que cancelen, no hay plataforma que la pueda apagar.





