Jamás pensé que, en pleno siglo XXI y 40 años a mis espaldas, además de tener miedo por si me insultan, me pegan o me matan volviendo a casa por el simple hecho de amar a un hombre, tendría que hacer frente también al odio generado a raíz de mis orígenes, raza o religión.

Si lo miro desde un punto de vista humorístico (que visto lo visto es lo que nos queda) hice bingo en cuanto a lo que orígenes se refiere. Tengo lo mejor de cada origen en cuanto a panorama político internacional se refiere:

«Soy Ruso»

«Soy Judío»

«Soy Maricón»

# SoyTrendingTopic.

De padre ruso y noruego y madre israelí, siempre he tenido que justificarme por todo. Viviendo por diferentes países siempre era el niño raro que hablaba idiomas raros y, con una condición sexual clara y definida desde muy pequeño, resultaba complicado adaptarse. Viendo las imágenes actuales de todos esos niños huyendo del terror no puedo evitar que me tiemble la voz. Yo fui uno de esos niños que con tan solo 8 años tuvo que escapar de un país como Rusia por el miedo, las amenazas y en general la forma de funcionar que tienen los poderosos en ese país. Mi familia paterna, de tradición militar, no estaban digamos en el bando correcto en unos años complicados en Rusia; esto, unido a que yo era de esos niños que desde muy pequeño jugaba con las niñas y se mostraba tal cual era en el colegio, provocó que un 12 de junio, día nacional de Rusia, a mi familia la «avisasen» que si querían seguir teniendo a todos sus hijos teníamos 24 horas para marcharnos del país.

Guardo pocos recuerdos de tan pequeño, pero no olvidaré jamás como aquella noche y, en plena madrugada, mi madre nos vistió y nos contó una historia sobre un lugar mejor al que teníamos que ir; pero que, para eso, debíamos salir de noche sin hacer mucho ruido. En Rusia aprendes de pequeño el miedo y aunque hacíamos como que nos creíamos el juego que mi madre se había inventado, sabíamos que algo no iba bien. Allí aprendes eso, calladito y obediente. Años después mi madre nos contaría cómo mi abuelo llegó a casa con el chivatazo de que teníamos 24 horas para marcharnos o cemento en los pies y al fondo del rio Nevá. Cuánta gente debe estar en las profundidades de ese río, cuánto horror debe esconder un río que atraviesa una ciudad preciosa como San Petersburgo.

Solo tenía 8 años y, mucho tiempo después, mi madre murió sin saber que toda mi vida he cargado con la sensación de culpa de pensar que, por mi condición sexual, obligué a toda mi familia a abandonar su país, su casa… su vida.

Esa noche de verano, después de 5 horas en coche escapando hasta Helsinki, horas donde nadie pronunció una sola palabra, nos dieron asilo en la embajada de Israel, gracias a mi madre. Allí, nos ayudaron a llegar a mi tierra materna, donde crecería hasta nuestro traslado a España.

Sé lo que es huir del horror y del miedo, sé lo que es perder a seres queridos en campos de concentración y, a pesar de todo eso, a ojos de una gran mayoría, soy un culpable más por el simple hecho de sentirme orgulloso de mis raíces, de mi cultura y de mis tradiciones.

“Soy ruso, pero no soy Putin”.

“Soy israelí y judío, pero eso no me hace comprender el conflicto israelí-palestino”.

“Soy español y eso no significa que comprenda determinadas políticas o ideologías”.

Y, a pesar de todo ello, me siento orgulloso de dónde vengo, de quién soy y de dónde son mis raíces y se lo debo a mi madre, que me enseñó una de las mayores lecciones de la vida. Una noche siendo adolescente me sentó a su lado y me dijo:

“No te avergüences jamás de dónde vienes, una bandera, el lugar donde naces o tu condición sexual no te define como persona; lo hacen tus actos y la capacidad de amar y perdonar que tengamos hacia los demás”.

Fueron muchos años de lágrimas en silencio y por partida doble…lloraba cuando me pegaban, y también al llegar a casa por la frustración de no poder contar que lo hacían por ser diferente; pero, desde ese día, comencé a sentirme más orgulloso si cabe de dónde vengo, de quién soy, de los valores que me han inculcado, y de que amar a otro hombre no me hace ser diferente sino más especial. Especial porque amamos a pesar de todo lo que tenemos que sufrir y eso nos hace valientes además de humanos. Nadie debería ser valiente para amar. Todo esto ha hecho que cada vez tenga menos miedo a pronunciarme con la voz más alta sobre todo aquello que a mi parecer atenta contra los derechos humanos.

A raíz de hacerse pública mi elección como Mr Gay Pride Galicia, los ataques por redes sociales aumentaron con mensajes de odio diarios y amenazas. Hace un par de semanas, llegaron a mandarme una foto mía saliendo de mi casa con el texto “vigila cuando salgas que igual eres el próximo Samuel”.

Evidentemente, todos estos ataques y amenazas vienen siempre de esos valientes anónimos que, escondidos detrás de perfiles falsos, consideran tener el derecho de tratar de hundir a los demás. A todos ellos les diría lo que dijo una grande (aunque por desgracia no lo entenderían): «Que vayan pasando!!!»

Para algunos soy un asesino por ser judío y para otros por ser ruso. Para muchos otros soy, simplemente, alguien al que darle una paliza por ser todo lo anterior y, además, maricón.

Y sorprende la tranquilidad con la que mucha gente habla de ti, de tus orígenes, de tu vida, como si la hubiesen vivido ellos mismos. La gente lee cuatro titulares y se consideran expertos en conflictos políticos. Juzgan sin pararse a pensar que yo mismo he sido víctima de todos esos conflictos en cierta manera.

Siempre me he sentido orgulloso de mis orígenes… ¿Significa eso que apruebe o comparta las decisiones que toman unos señores que no me representan? ¿Sentirme orgulloso de ser judío me sitúa en la franja de gaza apoyando un genocidio del que nosotros mismos, como pueblo, fuimos victimas hace ya muchos años y donde yo mismo perdí a mucha de mi familia? Qué cierta esas citas que dicen que “El pueblo que olvida su pasado está destinado a repetirlo” y “la guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”

¿Cabe en alguna cabeza que, por sentirme orgulloso de tener orígenes rusos, no se me parta el corazón al ver a un pueblo entero llorando tratando de entender por qué a ellos y qué han hecho para merecerlo? Cualquier persona que no sienta ese temblor en la garganta cuando uno está a punto de llorar al ver las imágenes que estamos viendo estos días, directamente ni tiene corazón ni conoce el significado de humanidad o de amar.

Al mismo tiempo, la parte más ultraortodoxa de mi familia, el día que nos presentaron como finalistas, me escribió diciéndome que estaba muerto para ellos y que no me molestase en poner un pie en Jerusalén.

Al principio dolió, duele que tu sangre que tanto cariño te dio de pequeño te repudie de esa manera… ¿Qué ha cambiado? ¿Qué me gustan los hombres? Si es algo que siempre habéis sabido, ¿cuál es el problema? ¿Que se haga abiertamente público y además me sienta orgulloso de ser como soy? Entonces el problema no lo tengo yo. Yo seguiré queriendo a toda mi sangre toda la vida; pero, ame a quien ame, eso está por encima de nuestro vinculo sanguíneo, entonces esa familia no me merece.

Podría verlo como que el certamen me ha quitado eso, y solo puedo decir… GRACIAS. Gracias porque estoy descubriendo otra gran familia de esas de las que tú eliges, compuesta por compañeros que probablemente la vida no habría puesto en mi camino. Y, sin embargo, ahí estamos, cada uno distinto con su historia vital y apoyando la de los demás. ¿Puede existir una familia más maravillosa que aquella que no te juzga ni castiga sino que te apoya y defiende?

GRACIAS, Mr Gay Pride por llegar a mi vida en un momento difícil y llenarme de fuerzas para continuar por mí y por todos mis compañeros… si soy de los 80!!!

GRACIAS, Mr Gay Pride por creer en mí y por creer que mi historia pueda servir de ejemplo, de guía, de esperanza a todos aquellos que antes o después nos hemos sentido perdidos sin comprender por qué tenemos que luchar por algo tan sencillo como amar.

El amor es solo amor, sin condiciones, sin juicios, sin ataques… y ese amor no entiende de sexos, razas, fronteras o ideologías. El amor incondicional es aquel que no solo no juzga, sino que esta siempre ahí para llevarte de la mano.