Aquel 25 de diciembre del año 1992 nací y, con mis más y mis menos, salí adelante y fui un niño criado, en aquel momento, como mi madre me pudo criar. Pese a las circunstancias, mi madre ha sido una gran luchadora, pues consiguió sacar adelante a una familia numerosa con seis hijos, siendo yo el cuarto de los hermanos. 

 

Tuve una niñez común y feliz (supongo). Las consecuencias llegan cuando ya empiezas a entender tu cuerpo y tu corazón; cuando te das cuenta de que vas por un camino diferente.

 

Comencé mi adolescencia con el pudor y la vergüenza de mostrar y dejarme llevar por lo que en aquel momento sentía. Vivía atrapado en una realidad falsa, donde no me quedaba otra que aceptar las circunstancias que me acompañaban en ese momento. No me dieron la posibilidad de ni siquiera luchar por lo que realmente sentía, en mi cabeza no había otro camino que el que me habían inculcado.  Todo ello acompañado con la carga de haber nacido en una familia humilde con una educación buena, pero diferente a lo que mi cabeza iba absorbiendo del mundo occidental: la libertad. 

 

Mi familia era musulmana y vivía en un barrio mayormente poblado con musulmanes; sin embargo, en mi colegio y mi instituto había una mayoría de musulmanes europeos, que tenían un estándar educativo similar al que yo tenía. Esta dicotomía hizo que me fuera más complicado entender lo que me estaba pasando. 

 

A veces, intento borrar aquel momento de mi vida porque siempre recuerdo que para mí era una cárcel y que mi mente gritaba en silencio el dolor interno que sentía. Todo era nuevo para mí, no entendía nada, decían y escuchaba cosas que normalizaba pero que mi mente no comprendía. 

 

Después de describir mis sentimientos y sensaciones de aquel momento, es necesario recalcar que todo ello iba acompañado de numerosas faltas de respeto hacia mi persona, porque a veces no controlaba mi forma de pensar o de gesticular, lo que creaba momentos incómodos. Solo agradezco el haber tenido hermanos que siempre me protegían y se unían a mí; de lo contrario, no imagino ni deseo imaginar lo mal que hubiera acabado. 

 

Pasado el tiempo, decidí acabar con esta situación, alejándome para crecer como persona y desarrollar un carácter con el que poder ser yo mismo. En ciertas palabras: huir.  

Después de años volando y viviendo en un par de países extranjeros, ya me sentía fuerte para volver y afrontar de nuevo la realidad. Mi familia me recibió con los brazos abiertos, aunque no conocían al nuevo Mohamed. Yo pensaba y pienso: “ojos que no ven, corazón que no siente”, hasta día de hoy. Actualmente sigo en Melilla, adoro a mi familia, pero hay ciertas cosas y sentimientos internos que prefiero dejarlos para mí mismo. 

 

Me presento al certamen para sacar el valor y las fuerzas que aún me faltan para mostrar lo que soy, así como para ser objetivo de influencia social hacia personas que viven y vivieron lo mismo que yo. 

Me parece la forma perfecta de lanzar mis pensamientos a otro nivel y mostrar socialmente mi historia.

 

Es una obligación para mí contar a España, y si pudiera al mundo, que la religión o cultura que te educa no puede dirigir lo que realmente son tu valores y pensamientos, aunque esto sea contradictorio. SOY MUSULMÁN, CREYENTE Y GAY (puede parecer algo confuso defender o seguir algo que va en contra de tus derechos y pensamientos, pero siempre he pensado que lo importante de cualquier religión es la FÉ). 

 

YO quiero LUCHAR por los derechos y la libertad de la homosexualidad en segmentos de la sociedad como en la que yo viví, que están abandonados y pasan desapercibidos.  

Este certamen, en cierto modo, cambiará para bien mi vida. Aunque no tenga el apoyo social ni familiar, estoy dispuesto a vivirlo y trabajarlo como nunca.